Fotografiada en el camino de la Besurta al plan de Aiguallut, Huesca, julio de 2014.
La ópera flotante
Tómense estas parcas reseñas de mis lecturas como
ejercicios de lenguaje. Para ser crítico literario habría que leer mucho y
constante, como el amigo José, que me ha enviado “La ópera flotante” de John
Barth.
¿A dónde me quiere llevar José?
Observo un vínculo entre las “Sendas de Oku”, el anterior pdf recibido por
email, y esta opera prima del autor americano. Quizás porque el personaje
principal ha conseguido ver en el suicidio una solución a su problema, con la
desafección propia de un maestro zen. La wikipedia dice que Barth está influido
por los existencialistas franceses de la época cuando escribió su novela (se
publicó en 1956), pero quizás el existencialismo sea en parte un disfraz
racionalista occidental -y de individuos acomodados, todo hay que decirlo- de
ciertas enseñanzas budistas ¿Me querrá convertir José?
Claro, si
uno se puede permitir el lujo de vivir en un hotel de por vida (hablo por el
protagonista), es más fácil mirar a distancia los problemas, dar menor importancia al dinero y que en tu
trabajo de abogado, sin la presión económica, arriesgues –no importa ganar o perder- con maniobras
inteligentes.
La trama es sugestiva, intriga
llegar a saber porqué el personaje no se ha suicidado cuando ha tomado esa
opción. Más interesante es la narración en primera persona que explica los
motivos –o falta de ellos- en sus vaivenes existenciales. Pero lo que más atrae
de esta narración para mí ha sido el estilo, es decir, ese saber contar con
ingenio que agrada profundamente a los que queremos evitar los tópicos y
rutinas en las lecturas. Me has convencido, José.
2 comentarios:
Si quiere otra ración de nihilismo, puede tomar Varias percepciones, de Ángela Carter, que no sé si le mandé.
Ya lo tengo, ahí pendiente...
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